El yacimiento arqueológico

El yacimiento arqueológico de la Cañada de Los Gatos es un gran conjunto arqueológico, compuesto por los restos de lo que antaño fue un poblado costero habitado por la sociedad indígena, hace más de 1.600 años. Destacan en este poblado de 19 estructuras de piedra, una decena de casas aborígenes de tipología clásica, con muros de piedra seca, semiexcavadas en la ladera, con planta exterior de tendencia circular y disposición interior en planta de cruz griega. A estas construcciones se le superponen otro tipo de inmuebles construidos en una fase posterior, después de la conquista de la isla ocurrida a finales del siglo XV. Estas nuevas construcciones se caracterizan por tener una factura más tosca, también con muros de piedra seca y planta de tendencia circular. A finales del siglo XIX y a lo largo del XX, se documenta una última fase constructiva, con nuevas viviendas y construcciones anexas relacionadas con la explotación agropecuaria de la zona que responden a la tipología constructiva tradicional de la isla, planta rectangular con cubiertas a una o dos aguas.
Este yacimiento forma parte del Bien de Interés Cultural (BIC) con la categoría de Zona Arqueológica de Lomo de Los Gatos, que agrupa a los yacimientos de La Cañada de Los Gatos, el cementerio de Las Crucitas, los túmulos de la Puntilla, los restos arqueológicos de la Parcela 43 y la Casa de las Siete Esquinas, así como otra serie de restos arqueológicos dispersos por las laderas.
Hoy, la Cañada de Los Gatos está preparada para la visita con unos recorridos que comunican las diferentes áreas del poblado con el cementerio de Las Crucitas y que ofrecen al visitante un paseo excepcional a través del cual conocerá el modo de vida de los antiguos canarios a la vez que disfrutará de unas espectaculares vistas del Puerto de Mogán y de la desembocadura del barranco desde su mirador-cafetería. El yacimiento de Las Crucitas es un espacio cementerial indígena en el que destacan diferentes tipos de enterramientos (en fosas, cistas y cuevas), a los que habría que añadir los monumentos funerarios a modo de túmulos que no albergaron restos humanos en su interior.